Dedicó a Joseph Ratzinger sus primeras palabras. Y pidió a los feligreses que abarrotaban la Plaza de San Pedro que compartieran un padre nuestro en homenaje al "obispo emérito", testigo de la proclamación de Francisco I desde las habitaciones de Castel Gandolfo.
Nunca un Papa había sido elegido en Latinoamérica. Nunca un Papa había sido escogido entre los jesuitas. Pero es cierto que el propio Bergoglio estuvo muy cerca de frustrar la victoria de Ratzinger en el Cónclave de 2005.
Tan cálido y sensible que antes de bendecir a los feligreses pidió que lo bendijeran a él. Inclinándose a la muchedumbre en plan Juan XXIII con una actitud desprovista de boato que se atiene a la ejecutoria espartana del sobrenombre elegido: otra novedad, pues nunca tampoco un pontífice había elegido el alias de Francisco.
fuente(s): elmundo
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